Nuestras risas parecian perderse de repente entre el ruido de la gente que llenaba aquel café.
Hector, un buen amigo, hizo un silencio prolongado. Su mirada perdida nos obligo a callar con él.
Sus palabras rompieron ese breve momento, y dolieron en más de alguno en esa mesa, que sabemos lo que duele el decir adios: “¡No la puedo olvidar!” dijo, y como si al decirlo hubiese roto el muro que contenía sus lágrimas.
Todos callamos por segundos, y después nos lanzamos a la tarea de cualquier amigo: decirle algo, ¡lo que fuera!, que calmara su agonía.
Recuerdo la mirada de Luis, como rogándome que no hablara; no pude evitarlo, y de nuevo hice ese gesto que juré no usar más: poner mi mano en el pecho de mi interlocutor, y presionar con mi indicé mientras sacudía su conciencia (Cuantos golpes me ha ganado ese ademán). Aun así, la costumbre pudo más, y mientras lastimaba su pecho con mi dedo, mis ojos los clavé en su mirada y le dije con un mezclado tono de cariño y enojo (porque aunque nadie lo supo, tambien me lo dije a mí mismo):
"¿Cuanto tiempo le vas a llorar a alguien que sin tí ya rie? ¿Cuanto más vas a extrañar a quien ya no te piensa?"
¡Y entonces todos me miraban como teólogos a alguien que predicó una herejía!
Pero seguí: "¿Cuantas veces la vida nos vacía los bolsillos para después llenarlos de algo mejor? Amigos que se van... amores que terminan... historias que concluyen... y despues de todo ello nacen nuevos horizontes... llegan mejores historias... se escriben nuevos capítulos ¡Eso es vivir güey*!"
*güey: en mi cultura, palabra ofensiva que entre amigos toma una connotación agradable
Me miró ofendido.
"No lo entenderías" me dijo mientras se retiraba del lugar.
De madrugada me llamó, y tras una larga charla, me prometió (espero que también se haya prometido a sí mismo) saltar de página en su vida. Seguir adelante. Caminar hacia el mañana y no aferrarse a lo que ya se fué... ¡PORQUE YA SE FUÉ!
Nuestra vida esta llena de esas historias... gente que llega y otra que se va... y muchas veces nos atoramos en quien ya no está.
Jamás retengas a nadie. Jamas te detengas por nadie.
Deja que se aleje de ti quien deba irse... y no camines tras ellos. Vé hacia la conquista de tu propia vida.
Lo que se va no era necesario... y si es necesario regresará... ¡pero debe venir con una muy buena razón que justifique aquel adios!
Hector, un buen amigo, hizo un silencio prolongado. Su mirada perdida nos obligo a callar con él.
Sus palabras rompieron ese breve momento, y dolieron en más de alguno en esa mesa, que sabemos lo que duele el decir adios: “¡No la puedo olvidar!” dijo, y como si al decirlo hubiese roto el muro que contenía sus lágrimas.
Todos callamos por segundos, y después nos lanzamos a la tarea de cualquier amigo: decirle algo, ¡lo que fuera!, que calmara su agonía.
Recuerdo la mirada de Luis, como rogándome que no hablara; no pude evitarlo, y de nuevo hice ese gesto que juré no usar más: poner mi mano en el pecho de mi interlocutor, y presionar con mi indicé mientras sacudía su conciencia (Cuantos golpes me ha ganado ese ademán). Aun así, la costumbre pudo más, y mientras lastimaba su pecho con mi dedo, mis ojos los clavé en su mirada y le dije con un mezclado tono de cariño y enojo (porque aunque nadie lo supo, tambien me lo dije a mí mismo):
"¿Cuanto tiempo le vas a llorar a alguien que sin tí ya rie? ¿Cuanto más vas a extrañar a quien ya no te piensa?"
¡Y entonces todos me miraban como teólogos a alguien que predicó una herejía!
Pero seguí: "¿Cuantas veces la vida nos vacía los bolsillos para después llenarlos de algo mejor? Amigos que se van... amores que terminan... historias que concluyen... y despues de todo ello nacen nuevos horizontes... llegan mejores historias... se escriben nuevos capítulos ¡Eso es vivir güey*!"
*güey: en mi cultura, palabra ofensiva que entre amigos toma una connotación agradable
Me miró ofendido.
"No lo entenderías" me dijo mientras se retiraba del lugar.
De madrugada me llamó, y tras una larga charla, me prometió (espero que también se haya prometido a sí mismo) saltar de página en su vida. Seguir adelante. Caminar hacia el mañana y no aferrarse a lo que ya se fué... ¡PORQUE YA SE FUÉ!
Nuestra vida esta llena de esas historias... gente que llega y otra que se va... y muchas veces nos atoramos en quien ya no está.
Jamás retengas a nadie. Jamas te detengas por nadie.
Deja que se aleje de ti quien deba irse... y no camines tras ellos. Vé hacia la conquista de tu propia vida.
Lo que se va no era necesario... y si es necesario regresará... ¡pero debe venir con una muy buena razón que justifique aquel adios!